Cuando se habla de vino mexicano, el Valle de Guadalupe suele acaparar todos los reflectores. Sin embargo, lejos de Baja California, un nuevo mapa enológico se está dibujando en el centro y norte del país, con proyectos que combinan tradición, innovación y paisajes inesperados. Querétaro, Coahuila y Aguascalientes se han convertido en territorios donde el vino es cada vez más que una bebida: es identidad, turismo y una experiencia cultural completa.
Querétaro: la elegancia de las burbujas en altura
Querétaro se ha posicionado como la cuna de los vinos espumosos en México. Su altitud —que supera los 2,000 metros sobre el nivel del mar— y su clima semiárido con noches frescas crean condiciones ideales para variedades como Chardonnay, Macabeo y Xarel·lo. Aquí, muchas bodegas han apostado por el método tradicional (segunda fermentación en botella), logrando etiquetas frescas, con buena acidez y burbuja fina.
Lo que distingue al enoturismo queretano es la experiencia: recorridos en cavas subterráneas, paseos en tranvía entre viñedos, hoteles boutique y festivales de vendimia que mezclan música, gastronomía local y arte. No es solo una visita a una bodega, es una escapada completa de fin de semana.
Coahuila: historia viva y vinos del desierto
En Parras de la Fuente, Coahuila, se encuentra el origen mismo del vino en América. Aquí se fundó en 1597 la bodega que hoy conocemos como Casa Madero, considerada la más antigua del continente. Pero más allá de las casas históricas, en los últimos años han surgido pequeños proyectos que exploran uvas como Shiraz, Cabernet Sauvignon y variedades adaptadas al clima extremo del desierto.
Los vinos coahuilenses suelen ser intensos, con carácter mineral y gran concentración, resultado de suelos pedregosos y una viticultura de baja producción. El atractivo turístico va más allá de la copa: paisajes semidesérticos, haciendas restauradas, spas y hoteles entre viñedos convierten la visita en una experiencia de contemplación y calma.
Aguascalientes: el renacer discreto del vino mexicano
Pocos saben que Aguascalientes fue una de las primeras regiones vitivinícolas importantes del país a finales del siglo XIX. Hoy, vive un renacimiento silencioso liderado por bodegas emergentes y proyectos artesanales que apuestan por producciones limitadas y enología experimental.
En esta región destacan vinos jóvenes, frescos y con perfiles muy aromáticos, gracias al clima seco y a la altitud. Las rutas enoturísticas aún conservan un aire auténtico, lejos de las multitudes, lo que permite experiencias más personalizadas: catas directamente con el enólogo, cosechas abiertas a visitantes y festivales que mezclan vino con gastronomía hidrocálida.
Una nueva geografía del vino en México
El auge de estas regiones demuestra que el vino mexicano ya no depende de un solo valle. Cada territorio aporta una personalidad distinta: la frescura y elegancia de Querétaro, la potencia histórica de Coahuila y la creatividad discreta de Aguascalientes. Para el viajero y amante del vino, esto significa algo emocionante: nuevas rutas por descubrir, nuevas etiquetas por probar y nuevas historias por escuchar directo de quienes trabajan la tierra.
Explorar estos viñedos emergentes no solo amplía el paladar, también redefine el enoturismo mexicano como una experiencia diversa, cercana y en constante evolución.